En estos 4 años y más de trabajo, hemos ido realizando actividades y recopilando mucha información que no hemos podido publicar por diferentes razones (tiempo, internet, etc). En estos meses les iremos mostrando fotografías, contando historias, actividades realizadas, la diversidad ecológica y cultural local, como también sus problemáticas. Esto para que también ustedes puedan conocer más a fondo la vida en el pueblo de Los Sauces y sus alrededores.
El siguiente es un artículo publicado el año 2007 por la Revista ENLACE, a propósito de los efectos perjudiciales que ha tenido la aplicación de agrotóxicos (plaguicidas, herbicidas, fungicidas, etc.), por parte de empresas forestales en nuestra comuna. Se relata la experiencia en terreno a comunidades afectadas por esta situación.
En la comuna de Los Sauces, en el sur de Chile, alguna vez reinaron trigales y bosques nativos de robles, raulíes y lingues. Hoy, las plantaciones exóticas de pino radiata y de eucalipto ocupan casi dos tercios de los suelos cultivables. En esta comuna predominantemente rural y con un 20% de población indígena mapuche se instalaron las más grandes empresas de la industria maderera: Mininco, Arauco, Cautín, Comaco, Casino y Tierra Chilena, entre otras. Como ocurre en otras partes del país, sus enormes ganancias se traducen en pérdida de calidad de vida para los lugareños.
El 33,8% de la población vive entre la pobreza y la indigencia. En la época del año de mayor demanda de mano de obra, la forestal Mininco sólo da trabajo a 19 personas de la comuna, con salarios muy bajos. La actividad agrícola descendió en 22% en los últimos 10 años, forzando a poco más de 1.400 personas a emigrar a las ciudades. Una de las razones es la falta de agua, ya que las plantaciones forestales han resecado los suelos. Cada verano la municipalidad debe distribuir agua en camiones para el consumo domiciliario.
Pero además de la sequía, está el problema de la contaminación con agrotóxicos. La presidenta de la Agrupación Nguallen Pelu Mapu (Protectores de la Tierra) de Los Sauces, Norma Cancino, varios de sus miembros, el concejal José Caballieri y la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (RAP-AL) fueron invitados a participar en una reunión informativa con dirigentes y miembros de las juntas de vecinos de los sectores rurales Porvenir Bajo y Porvenir Alto para tratar los problemas generados por las fumigaciones que efectúa la forestal Comaco.
Los agrotóxicos, principalmente herbicidas (glifosato y simazina), son esparcidos en forma mecánica o manual antes de plantar y en diversos momentos de la primera etapa de crecimiento de los árboles. A los vecinos no se les alerta con anticipación sobre las fumigaciones, al menos para que intenten tomar algún resguardo, y los plaguicidas han contaminado ríos, esteros y acequias. Empleados de la empresa forestal han vaciado restos de agrotóxicos en las aguas del estero para luego dejar los envases tirados en el lugar.
María Martínez vive con su marido en una pequeña propiedad colindante con una plantación de pinos y su única fuente de aprovisionamiento de agua es ese estero. De allí se surten para el consumo familiar, para dar de beber a los animales y para regar sus sembrados. "Yo he sentido dolores de estómago", señala ella con preocupación. Diez de sus doce ovejas murieron y está convencida que se envenenaron con plaguicidas, "porque la empresa ha fumigado a la orilla del estero".
En la reunión también se denunció la aplicación de agrotóxicos hasta el borde del camino público. Una acequia que corre paralela al camino arrastra aguas turbias de sospechoso color blanquecino y en las orillas la vegetación se ve quemada. En el verano los camiones de la empresa forestal van y vienen a todas horas levantando nubes de polvo (con residuos de plaguicidas) que ingresa en las casas, daña el pasto del que se alimentan los animales e inutiliza los productos de las huertas familiares.
Inquietantes precedentes
En Los Sauces hay razones para temer a los venenos químicos. En 1997 murieron una mujer de 70 años y un niño de 14, intoxicados con un raticida anticoagulante (bromadiolona) esparcido por la empresa Bosques Arauco. En esa ocasión se intoxicaron varias personas, murieron animales domésticos y reses. Posteriormente falleció un niño tras haber comido hongos silvestres que su familia, como muchas otras, recolectaban y consumían con frecuencia sin haber padecido antes ningún malestar. También el padre del menor resultó intoxicado, aunque logró salvarse. Como se desató una polémica respecto de la causa, la municipalidad encargó un estudio a la Universidad Austral de Valdivia donde se indica que "la dispersión incontrolada de grandes cantidades de sustancias tóxicas como pesticidas (herbicidas, insecticidas, fungicidas, etc.), empleados en la agricultura, puede convertir en venenosos hongos silvestres que normalmente son comestibles".
Los problemas planteados en Porvenir son generalizados en la comuna. En la comunidad mapuche Lorenzo Quilapi Cabetón, en el sector de Queuque, la mayoría de los jóvenes ha emigrado en busca de trabajo. "Sufrimos mucho por las forestales", dice Pilar Antileo. Su familia ya no tiene huerto, "no se puede plantar sin agua". Llegaron a tener 150 aves que producían huevos "para el gasto y algo para la venta, pero ahora no se puede porque los zorros que soltaron las forestales para que se comieran a los conejos, también se comen a las gallinas". Después de una fumigación aérea se intoxicaron varias personas que consumieron hongos silvestres.
"Falleció una señora, Margarita Espinoza. Y un niño de 13 años encontró unos conejos muertos y los llevó a su casa. Se los comieron y se enfermaron todos. El niño se murió y su mamá ha seguido enfermiza hasta hoy. Otra mujer, Mercedes Huenchuleo, fue al cerro a ver los animales y sintió un olor malo. Se enfermó y falleció. Dijeron que tuvo un ataque cardiaco", señala Pilar. Hay otros casos de muerte dudosa que la gente asocia a los plaguicidas.
En el sector Guadaba Abajo comenzaron a fumigar con aviones hace tres años, en plantaciones de la Forestal Cautín. Ireni Polma, de la comunidad Antonio Pailaqueo, dice que a su familia se le murieron las abejas y que ella desde entonces padece de una alergia permanente en el rostro.
Lluvia venenosa
Los herbicidas más utilizados en Los Sauces son simazina y glifosato (conocido por nombres comerciales como Rango y Roundup). Aunque el primero de ellos se vende en Chile con etiqueta "verde" (indicativo de una supuesta baja toxicidad) y sólo se señala que es "ligeramente tóxico para las abejas", está restringido en la Unión Europea desde 2002.
En España, la simazina se aplicó durante muchos años en los olivares, pero fue prohibida en 2005 después de haber provocado una masiva mortandad de peces y de detectar que aguas subterráneas cercanas a embalses destinados al abastecimiento de la población estaban contaminadas. El glifosato, de menor costo que otros herbicidas, se usa profusamente en América Latina, en especial en cultivos transgénicos con resistencia a este agrotóxico. Hay numerosos estudios y dolorosas experiencias que demuestran los efectos dañinos de este herbicida.
María Elena Rozas, coordinadora nacional de RAP-Chile, señala tajantemente que el Estado debe establecer estrictas regulaciones para las fumigaciones aéreas y terrestres a nivel nacional, fiscalizar que se cumplan, y cancelar el registro de sustancias químicas tóxicas. "No hay excusas para permitir el uso de estos venenos si existen alternativas viables económicamente y sustentables en lo ambiental para el manejo de suelos, hierbas, insectos y enfermedades que pueden convertirse en plagas. Las autoridades de los ministerios de Agricultura, de Salud y del Trabajo, que son las encargadas de reglamentar y fiscalizar las actividades de las forestales, no pueden seguir desconociendo esta situación y actuando con debilidad mientras las comunidades padecen cada vez más", enfatiza María Elena Rozas.
En Los Sauces, la Agrupación Nguallen Pelu Mapu y las organizaciones vecinales de los sectores más afectados han logrado sensibilizar a las autoridades locales. Actualmente están trabajando conjuntamente en la elaboración de ordenanzas municipales que impongan normas estrictas al uso de plaguicidas y establezcan límites a las plantaciones forestales (a 400 metros de las fuentes de agua y a 200 metros de linderos y caminos). Uno de sus objetivos es la creación de una Comisión Ambiental Comunal. También plantean que el Estado debe propiciar prácticas de recuperación de suelos y el cultivo de árboles y plantas que tengan un valor comercial basado en sus frutos y no en la explotación de la madera, como es el caso del castaño, el avellano, el olivo, la murtilla y la rosa mosqueta, entre otros.